- Te garantizo que cometerás bastantes -adelantó Marilla-. Ana, nunca pareces terminar.
- Sí, y lo sé bien -admitió tristemente-. ¿Pero te has dado cuenta de una cosa buena en mí? Nunca cometo dos veces el mismo error.
- No sé si eso es de mucha utilidad si estás siempre descubriendo errores nuevos.
- ¿No lo ves, Marilla? Debe haber un límite en los errores que una persona puede cometer, y cuando llegue al final habré acabado con ellos. Es un pensamiento muy reconfortante.
- Bueno, será mejor que le lleves el pastel a los cerdos -concluyó Marilla-. No se lo puede comer ningún ser humano, ni siquiera Jerry Boute.»
Lucy Maud Montgomery, Ana la de Tejas Verdes,
Toromítico, 2013
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