El hombre que perseguía al tiempo
Autora: Diane Setterfield
Editorial: Lumen
ISBN: 9788426421791
Páginas: 432
Sinopsis
William acababa de cumplir diez años cuando consiguió la admiración de todos sus amigos: su ojo experto apuntó a un grajo que descansaba en un árbol lejano y, tras un instante de concentración, el tirachinas dio en el blanco. Nada grave, en apariencia; solo una chiquillada, pero desde entonces su vida cambió y William se propuso olvidar el pasado, trabajando duro para adelantarse al tiempo y a sus leyes.
Los años fueron pasando, y un hombre vestido de negro empezó a rondar a William en las circunstancias más trágicas. Nació así una extraña unión entre los dos caballeros, y se inauguró en Londres una tienda espléndida, donde se exponían las telas y los complementos adecuados para el duelo de los difuntos. El negocio fue un éxito, y William durante un tiempo pensó que su apuesta por el olvido era acertada, pero llegó un día en que un grajo muy negro surcó el techo acristalado del almacén y de golpe el pasado volvió, cargado de secretos y dispuesto a tomarse su venganza.
Reseña de Rustis
Creo
que soy una de las poquísimas lectoras habituales que puede decir
que no conoce la primera y estruendosa -por su éxito- incursión de
Diane Setterfield en el mundo editorial. No, no he leído El
cuento número trece
y esto, una vez terminada su nueva novela, reconozco no saber si me
ha beneficiado o perjudicado. Porque entré en el texto sin ninguna
expectativa concreta, más allá de que a Mustis le había gustado
mucho la autora; pero, como no siempre coincidimos, no lo tomé
necesariamente como una referencia segura. Me negué, además, a
enterarme del argumento del libro y a leer reseñas en ningún blog
hasta no tenerlo conmigo. Y en esto sí que creo que está la clave
de la extraña experiencia que he tenido durante la lectura, ya que
sospechaba -en mi desconocimiento- que, como es habitual en estos
casos, la novela habría recibido el aplauso de los numerosos
seguidores que Setterfield se había ganado hace años. Me sorprendía
que no fuera uno de esos típicos casos en que, a un fenómeno de
ventas, sigue una escritura frenética y una rapidísima publicación
de nuevos títulos; me llamó la atención que la autora insistiera
en que quería aportar cosas distintas a las conocidas por sus
lectores y, esto sí, me predisponía positivamente hacia el libro. Así que, al principio, cogí la historia con bastantes ganas.
El inicio del libro, con la narración de la
acertada puntería del pequeño William Bellman, que asesina a un
grajo desde una improbable distancia, ante los atónitos y admirados
ojos de sus amigos, es tan bonita y aparece tan bellamente
presentada, que la impresión inicial era estupenda. No puedo negar
que la prosa de Diane Setterfield es buena. Resulta fácil leerla, es
evocadora, bastante sencilla y, aun así, adquiere ciertos tintes
poéticos. Por eso quiero empezar diciendo, e insistiré varias veces
en ello, que la autora ha desaprovechado terriblemente la
oportunidad. Ha desaprovechado su buena escritura, un argumento que
podría resultar interesante, un misterio que podría muy bien
atrapar sin remedio a los lectores, unos personajes que podrían
haber dado muchísimo juego... Para un resultado que es, en mi
opinión, nefasto.
Lo es especialmente por su total falta de
estructura. Es cierto que existe un orden externo (tres partes y
pequeñas divisiones entre capítulos donde se retoma el tema de los
grajos) y que la historia se narra cronológicamente pero, en el
interior del montaje, hay un desorden absoluto. La trama no se
redondea, porque constantemente la autora yerra al cerrar las
distintas partes del libro, dando la impresión de que la historia
debe terminar, para volver a comenzarla con otro tono diferente, con
cambios en los personajes en los que no se profundiza, y dejando la
impresión de que sobran cosas, y faltan otras. No es que la novela
sea excesivamente extensa. No se trata de que necesite recortar
partes por exceso de detalle -aunque también hay algo de eso-. Se
trata, simplemente, de que la autora pierde constantemente la
atención del lector al no perfilar claramente los detalles y, sobre
todo, al no profundizar en los personajes.
Obviamente, la historia es la del personaje
principal, William Bellman, desde su niñez hasta la gloria y el
declive de su imperio empresarial. Pero Diane Setterfield olvida
algo: el señor Black. El extraño personaje que aparece, al inicio
de la novela, en todos los malos momentos de la vida de Bellman, está
completamente desaprovechado. Indagar en él habría convertido este
libro en una buena novela decimonónica de tintes góticos. Se queda
solamente en el intento de serlo. Y con el intento no nos sirve,
especialmente cuando conocemos casos tanto clásicos como actuales de
autoras que han buscado lo mismo, y lo han logrado: por supuesto, las
hermanas Brönté. Pero, yéndonos a la literatura actual, la también
exitosa Kate Morton, que logra mucho más en sus novelas precisamente
por ser rigurosa en la estructura interna de la historia y por ser
detallada en el análisis de los personajes secundarios. Esos
personajes que, sin ser el foco principal, terminan resultando los
catalizadores de la acción.
Mención aparte merecen los capitulillos
dedicados a la historia de los grajos, pretendidamente poéticos pero
que terminan resultando aburridos e incómodos, porque nunca llegamos
a saber, realmente, qué función tienen. Y, por supuesto, un final
imperdonablemente confuso, que no termina de atar ni explicar nada.
En suma, muy buenas ideas previas, grandes
posibilidades en el dibujo original de los personajes, buen manejo de
la prosa, pero resultados totalmente fallidos que lastran la novela y
la convierten en un producto aburrido y mal resuelto. Triste comienzo ha
tenido Diane Setterfield en mis lecturas aunque espero, cuando olvide
esta decepción, encarar la lectura de El cuento número trece
y encontrar algo mucho mejor. O dejaré de confiar, definitivamente,
en el criterio de esa “mayoría” que convirtió a la autora en
una superventas.
Reseña de Mustis
Para mi tener en las manos el segundo libro de Diane Setterfield significaba la posiblidad de revivir todo lo que había disfrutado con el primero.Aunque ya estaba advertida de que poco tenía que ver con El cuento número trece, siendo de la misma autora me parecía que El hombre que perseguía al tiempo iba a gustarme sí o sí.
Pues bien, ¿cumplió mis expectativas? No, en gran parte. Pero empezaré por lo positivo que ya tenía la obra anterior de Setterfield y continúa estando en su nuevo libro: Diane Setterfield sigue siendo una gran contadora de historias (eso es incontestable); sea lo que sea lo que nos relate, siempre logrará captar nuestra atención. Y aparte, sabe describir de una forma magnífica los ambientes y las atmósferas recreando como nadie esa época victoriana, primero en el pueblo y luego en Londres. Como ejemplo de esto destacaría la parte en la que nos explica paso a paso todas las fases que sigue la elaboración de las telas en la fábrica de Bellman, y todos los oficios que en ella encontramos. También es increíble la minuciosidad con la que nos presenta el nuevo negocio funerario de William. Estos pasajes me recordaron a otros de un libro reciente, Azul Vermeer, en el que Mar Mella nos describe de forma magistral el proceso de obtención de los pigmentos que luego Vermeer utilizaba para pintar sus cuadros.
Y hasta aquí lo positivo, que no es poco. Pero me ha fallado lo fundamental: la historia. Sé que no debo compararla con la de El cuento número trece porque no pretendían ser similares, pero es que en pocos momentos logro conectar con lo que le ocurre a Bellman. El arranque es muy prometedor. Conocemos a William Bellman en su niñez, cuando logra acertar a un grajo con su tirachinas a una distancia desde la que parecía imposible. Pronto se nos introducen esos pequeños añadidos con datos sobre los grajos a los que aún no les veo el sentido, porque a mi me resultaron totalmente innecesarios.
Y es que toda esa historia de los grajos y del Señor Black me ha parecido una excusa para crear un ambiente de tensión y de misterio a lo largo de todo el libro, pero es sólo eso: un ambiente, porque en realidad no aporta gran cosa a lo que va sucediendo en la novela. Por tanto, la historia me ha parecido muy plana; me gustó en su inicio al igual que me gustaba William Bellman como personaje, pero según iba avanzando en la lectura todo se me hacía cada vez más tedioso,porque me daba la sensación de que ocurría lo mismo una y otra vez. Además, Bellman llegó a resultarme indiferente hacia la mitad del libro, e incluso algo repulsivo al final (tal vez ese era el propósito de la escritora, pero no lo tengo muy claro).
No ayuda a sostener al personaje de Bellman el que los demás son muy, muy secundarios, demasiado en mi opinión, destacando únicamente su hija, Dora, a pesar de que tampoco tienen demasiada relación. Esto hace que William Bellman tenga que sostener todo el peso de la trama y acabe agotándonos con su repetitiva forma de pensar y de actuar.
Con todo esto tenía muchas ganas de llegar al final para ver si había algún cambio, algún giro argumental que justificase el haber llegado hasta ese punto.Pero también fue una decepción. La trama se alarga hasta el infinito y con muchas menospáginas hubiera funcionado no a la perfección, pero sí mucho mejor. En definitiva, con El hombre que perseguía al tiempo Diane Setterfield ha intentado un cambio y lo ha conseguido, pero para mi ha sido un experimento fallido. Sin embargo, no pierdo la esperanza de volver a encontrar, en un nuevo libro, a la Setterfield que tanto me había prometido.
Agradecemos a Lumen el envío de este ejemplar
Reseña de Mustis
Para mi tener en las manos el segundo libro de Diane Setterfield significaba la posiblidad de revivir todo lo que había disfrutado con el primero.Aunque ya estaba advertida de que poco tenía que ver con El cuento número trece, siendo de la misma autora me parecía que El hombre que perseguía al tiempo iba a gustarme sí o sí.
Pues bien, ¿cumplió mis expectativas? No, en gran parte. Pero empezaré por lo positivo que ya tenía la obra anterior de Setterfield y continúa estando en su nuevo libro: Diane Setterfield sigue siendo una gran contadora de historias (eso es incontestable); sea lo que sea lo que nos relate, siempre logrará captar nuestra atención. Y aparte, sabe describir de una forma magnífica los ambientes y las atmósferas recreando como nadie esa época victoriana, primero en el pueblo y luego en Londres. Como ejemplo de esto destacaría la parte en la que nos explica paso a paso todas las fases que sigue la elaboración de las telas en la fábrica de Bellman, y todos los oficios que en ella encontramos. También es increíble la minuciosidad con la que nos presenta el nuevo negocio funerario de William. Estos pasajes me recordaron a otros de un libro reciente, Azul Vermeer, en el que Mar Mella nos describe de forma magistral el proceso de obtención de los pigmentos que luego Vermeer utilizaba para pintar sus cuadros.
Y hasta aquí lo positivo, que no es poco. Pero me ha fallado lo fundamental: la historia. Sé que no debo compararla con la de El cuento número trece porque no pretendían ser similares, pero es que en pocos momentos logro conectar con lo que le ocurre a Bellman. El arranque es muy prometedor. Conocemos a William Bellman en su niñez, cuando logra acertar a un grajo con su tirachinas a una distancia desde la que parecía imposible. Pronto se nos introducen esos pequeños añadidos con datos sobre los grajos a los que aún no les veo el sentido, porque a mi me resultaron totalmente innecesarios.
Y es que toda esa historia de los grajos y del Señor Black me ha parecido una excusa para crear un ambiente de tensión y de misterio a lo largo de todo el libro, pero es sólo eso: un ambiente, porque en realidad no aporta gran cosa a lo que va sucediendo en la novela. Por tanto, la historia me ha parecido muy plana; me gustó en su inicio al igual que me gustaba William Bellman como personaje, pero según iba avanzando en la lectura todo se me hacía cada vez más tedioso,porque me daba la sensación de que ocurría lo mismo una y otra vez. Además, Bellman llegó a resultarme indiferente hacia la mitad del libro, e incluso algo repulsivo al final (tal vez ese era el propósito de la escritora, pero no lo tengo muy claro).
No ayuda a sostener al personaje de Bellman el que los demás son muy, muy secundarios, demasiado en mi opinión, destacando únicamente su hija, Dora, a pesar de que tampoco tienen demasiada relación. Esto hace que William Bellman tenga que sostener todo el peso de la trama y acabe agotándonos con su repetitiva forma de pensar y de actuar.
Diane Setterfield |
Con todo esto tenía muchas ganas de llegar al final para ver si había algún cambio, algún giro argumental que justificase el haber llegado hasta ese punto.Pero también fue una decepción. La trama se alarga hasta el infinito y con muchas menospáginas hubiera funcionado no a la perfección, pero sí mucho mejor. En definitiva, con El hombre que perseguía al tiempo Diane Setterfield ha intentado un cambio y lo ha conseguido, pero para mi ha sido un experimento fallido. Sin embargo, no pierdo la esperanza de volver a encontrar, en un nuevo libro, a la Setterfield que tanto me había prometido.
Agradecemos a Lumen el envío de este ejemplar
Me quedo un poco chafada porque El cuento número 13 me encantó. Besos.
ResponderEliminarPues a mí me ha dado ganas de leer el otro libro, la verdad :)
ResponderEliminarGracias.
Tengo sin leer El cuento número trece y, después de leer vuestras reseñas, creo que me quedo con esa historia porque esta nueva no promete gran cosa. Espero que no llevarme un chasco y que todo lo bueno que leído sobre esta autora tengo su razón de ser.
ResponderEliminarUn saludo.
A mí El cuento número 13 me gustó mucho, esta la tengo apuntada en mi lista pero sin prioridad, lo que tengo claro es que no tengo las expectativas muy altas puesta en ella.Un saludo
ResponderEliminarJeje, vaya repaso le habéis dado a la Setterfield. Pues estoy muy de acuerdo con las dos en muchas cosas pero reconozco que a mí me gustó más. Se me quedaron un montón de interrogantes, los personajes secundarios no están debidamente explotados, la trama es rara y el final es bastante regulero, pero la ambientación me pareció brillante y muy interesante lo del negocio funerario; ya veis que coincidimos en muchas cosas. Un abrazo, chicas.
ResponderEliminarLe tenía ganas a este libro, pero estoy viendo ya varias reseñas similares a las vuestras, y me parece que por ahora lo voy a dejar esperando.
ResponderEliminarBesotes!!!
Temblando habéis dejado a Setterfield :) No lo he leído (todavía), así que no puedo ni daros ni quitaros la razón, pero desde luego que los argumentos que exponéis son de peso y coincidentes. Si de algo me ha servido leeros (y otras reseñas que he visto) es para saber dos cosas. A saber: Una, que no tengo ya tanta prisa por leerlo. Dos, que esperaré poco de la lectura (no sé si eso ayudará a que la decepción no sea mucha). Ya os contaré.
ResponderEliminarGracias a ambas dos. ¡Besos!
Qué GANAS!!
ResponderEliminarEl cuento me encantó, de hecho es uno de mis libros favoritos =)
Besotes
El cuento número trece me encantó y este, lástima, ya me he gastado el dinerillo en comprarlo. Por ahora ahí se queda, en la estantería...
ResponderEliminarBesos,