Autora: Jenn DíazEditorial: LumenISBN: 9788426400109Páginas: 162
Sinopsis
Mariela está a punto de soplar las velas de una tarta, cuando de repente se oye un disparo. Y tras el disparo solo quedan el silencio de su madre, los secretos de la abuela y las preguntas de una niña terca que se empeña en saber quién mató a su padre y por qué, mientras en el pueblo el recuerdo de la guerra civil aún ronda las calles.
Reseña de Rustis
Aún recuerdo cuando mis profesores de literatura insistían una y
otra vez en advertirnos sobre la edad de los escritores: Claudio
Rodríguez escribió un poemario inmenso a los 18, Juan Ramón
Jiménez alcanzó el más alto nivel literario en sus últimos
años... Siempre me he preguntado qué tenía que ver una cosa con la
otra. Qué tiene que ver la edad del escritor con la virtud de su
pluma o con su capacidad creadora. La historia nos muestra que poco,
muy poco, pero ahí están quienes insisten en advertirnos de la
juventud de Jenn Díaz como -parece- el único modo de encontrar
razones para subrayar su calidad o, por el lado contrario, de
alcanzar un asidero que justifique los posibles «errores» de su
narrativa. Nada de ello me interesa. He leído Es un decir
intentando ser totalmente libre del prejuicio que puede suponer
encontrarse ante una escritora que aún no alcanza, ni con mucho, la
treintena; y sin duda que lo he logrado porque, si desconociera
totalmente la biografía de Jenn Díaz, sería incapaz de discernir
su edad. Repito que no interesa. Su calidad pesa tanto y es tan
abrumadora que lo mismo diría si fuera una viejecita de 80 años.
Es un decir es una de esas
novelas que no importaría leer cientos de veces, porque en cada una
de sus frases, en cada pequeño párrafo, late un torrente de
emociones contenidas que piden pausa, calma, relectura. Yo misma me
he encontrado, en este primer acercamiento a la obra, volviendo una y
otra vez a leer capítulos, a anotar palabras, a pensar. Mariela, una
niña de apenas once años, pierde a su padre en el mismo instante en
que sopla las velas de su tarta de cumpleaños. Asesinado, no sabemos
por quién. Así comienza la novela, con una sentencia que cae como
un mazazo: «El día que cumplí once años mataron a mi padre». Y
así continuará la protagonista hasta el final: lanzándonos aquí y
allá dardos, flechas, verdades que cuesta asumir y que solamente
parecemos admitir en un niño. Jenn Díaz ha sabido capturar con
extraña habilidad una voz muy difícil de construir; Mariela no es
solamente una niña, porque narra su historia desde el «yo», pero
lo hace en una discreta vuelta al pasado cuya distancia temporal
desconocemos. No sabemos en qué momento preciso habla la
protagonista, pero sin embargo intuimos que habita en ella una suerte
de mezcla entre la ingenuidad infantil, la brutalidad, la falta de
miedo a la verdad, y la ironía trágica con que, quien empieza a ser
adulto, mira hacia atrás. Las palabras de Mariela son crudas,
descarnadas; su forma de observar el mundo cae sobre nosotros con
tanto peso que no podemos más que sentirnos humanamente cercanos a
esta niña-mujer a quien le ha tocado madurar demasiado pronto. Y
esto, aunque asumamos que sus afirmaciones duelen por dentro.
«Esto no puedo asegurarlo porque para eso tendría que haber hablado con mi madre, y yo sólo entiendo de muertos, no de madres»
La tragedia de la protagonista cobra
hondura en comunión con la de las dos mujeres que la acompañan: una
madre distante y fría, y una abuela de serenidad y elegancia
contenidas, que ejerce un fuerte influjo sobre la niña. Tres mujeres
en la España rural posterior a la guerra civil, que comparten con
nosotros, en distintos niveles, sus historias, comunicando al tiempo
la esencia de esos tiempos oscuros, opresivos, falaces, en los que el
miedo y el silencio eran el leitmotiv.
«En el ambiente había algo ineludible, había algo en todo lo que se respiraba en mi casa que era desgracia, o despedida, todo eran cambios y todo eran silencios; de verdad, insoportable..., pero nadie decía nada y hasta la muerte de mi padre, si lo comparaba con aquella frialdad, me parecía una tontería, mucho más fácil de soportar»
Mariela es quien domina todo desde
su mirada de rechazo a lo escondido, desde su incansable búsqueda de
la verdad que no es más que la búsqueda misma de su identidad, sus
orígenes, el sentido de su desgracia. Por eso repite, una y otra
vez, una coletilla que recoge en tres simples vocablos toda esta
carga de oscuridad y engaño: «Es un decir». Nada hay, en el
universo en que habita Mariela, que pueda o deba decirse en voz alta;
todo debe quedar escondido, velado, convertido en eufemismo o simple
misterio. Pero la protagonista lucha una y otra vez por vencer este
universo opresivo, y lo hace apareciendo ante quienes conviven con
ella como una niña «pobre», «flaca», «demasiado adulta». Ante
nosotros, sin embargo, Mariela se muestra como una heroína trágica,
que quiere alzar la cabeza sobre el fango que la atrapa, que quiere
saber la verdad, por cruda o descarnada que esta sea. En un momento
de la historia, Jenn Díaz la deja en un sencillo aparte para prestar
voz a la abuela, quien cubrirá la parte que Mariela, por su edad y
por el contexto en que vive, sería incapaz de relatarnos. Así, pesa
aún más el secreto sobre la vida de esta niña, pues el lector
sabrá en ocasiones mucho más que ella misma.
Jenn Díaz |
La muerte, los secretos familiares,
el peso de las posiciones ideológicas, son temas que podrían
considerarse manidos. También puede parecerlo el ambiente en que se
construye la acción, esa España rural de sobra conocida por quienes
amamos la literatura castellana del franquismo. La pluma de Jenn Díaz
-y no hago más que reiterar cosas ya dichas por la crítica
especializada- acoge los ecos de Ana María Matute y Carmen Martín
Gaite. En ocasiones, he creído escuchar la sonoridad poética y
trágica de Julio Llamazares, o la experimentación con la voz, con
el intimismo, que aportó Delibes en su fundamental Cinco
horas con Mario. Falta de
originalidad, exceso de lastre provocado por sus muchas lecturas,
inmadurez narrativa, son algunos de los puntos débiles que se le han
achacado a la prosa de Jenn Díaz por asemejarse a la de estos
grandes hitos de nuestras letras.
Se me ocurre pensar que puede ser la
primera vez que leo que alguien es inmaduro por capturar la esencia
más profunda de las letras castellanas. Quizá también es de las
pocas veces en que debería considerar que una escritora peca de
falta de voz propia, porque su narración es profundamente
intertextual. Me pregunto cuándo hemos inventado esto, y si quizá
se deba, de nuevo, al prejuicio que nos provoca la insultante
juventud de Jenn Díaz. Habrá que encontrarle una falta. Un fallo.
Algo que explique la extenuante emoción con que su novela nos
atropella. Quizá es que es joven. Quizá es que es una mujer. Quizá
es que no perdonamos la presencia de la belleza en lo minoritario. Es
sólo un decir, claro.
Me parece a mi que no se va a encontrar entre mis futuras lecturas. Besos
ResponderEliminarQué reseña! Me ha encantado y me ha impulsado a apuntarme el libro. Besos.
ResponderEliminarPues tenía mis dudas con este libro, pero me las acabas de quitar todas. Lo leeré!
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues no tiene mala pinta en absoluto. Quizás má adelante le de una oportunidad.
ResponderEliminarNo conocía el libro,puede que algún día lo lea...
ResponderEliminarUn saludo
Una magnífica reseña. Da gusto pasar por este blog, de verdad, y encontrarse a rustis o a mustis, que tanto me da que me da igual ;) Tengo el libro desde hace unos días, no sé cuándo lo leeré, pero no tardaré, y menos después de leer esta entrada.
ResponderEliminarPrejuicios, prejuicios, ser joven, mujer y escribir un buen libro ¿a quién se le ocurre? ¿Sabes eso de "no te muevas que se nota que estoy parado"? Pues eso, Jenn se ha movido y, parece, ha puesto en evidencia lo paraditos y apoltronados que están otros. Olé por ella y por su anciana juventud ;)
Gracias y besos
La leí hace un mes, nada mas salir. Te entregas a esta novela desde la primera frase. El cambio de narrador descoloca y vuelve a atraparte. Y al final... sueltas un largo suspiro, ya no es necesario seguir conteniendo la respiración. Magnífica.
ResponderEliminarBesines,
Estoy totalmente de acuerdo, Carmen. No podía soltar el libro ni dejar de leer y releer, había algo de qué aprender o de lo que sacar alguna idea en cada párrafo.
Eliminarla intervención de la abuela es sencillamente magistral.
Besotes!!
Que bien pinta esta novela y que estupenda reseña. Cualquiera se resiste!!!! Me la llevo :)
ResponderEliminarBs.
Nunca había leido eso de que los jóvenes no pueden escribir bien, porque a mi me ha quedado claro con varios autores que es justo lo contrario. Me alegra que con este libro también ocurra. Si puedo, lo leeré ;)
ResponderEliminarMe sucede igual, he leído gente joven que escribe como los ángeles, y autores "consagrados" que me irritan. Hay de todo y lo de la edad es solamente una característica más :-)
EliminarVoy de decepción en decepción cada vez que leo a los modernos, pero hay algo que me llama la atención en esta novela, parece que es diferente, y por eso la leeré en breve.
ResponderEliminarEn cuanto a la edad, la verdad que sí que es extraño que sin llegar a la treintena haya madurez en la escritura, pero no hay reglas válidas en esto, la ciencia para los científicos. Los grados de madurez son diferentes en cada persona y no hay que caer en los prejuicios.
Muy buena reseña. Gracias por tu trabajo.
Gracias por pasarte, Rubén. Yo creo que te puede gustar, hay algo clásico en ella y a la vez un punto de novedad, de aire fresco, para lo que se suele hacer actualmente. Para mí ha sido una lectura entrañable y difícilmente repetible, aunque casi siempre digo esto cuando algo me entusiasma :-)
EliminarUn abrazo, y ya me cuentas si al final la lees
A mí me habéis conquistado con la reseña, y como no tengo prejuicios por edades, ni por profesión, ni por sexo ni por ninguna otra característica de los autores (bueno, un poquito por los que salen en la tele, pero desde que leí a Màxim Huerta hasta esto se me está quitando) sin duda me la llevo.
ResponderEliminarBesos.
Yo empecé con Jenn Díaz leyendo este verano su primera novela, Belfondo. El mensaje que transmitió me encantó, así que probablemente este nuevo libro también me llegue. ¡Me lo apunto!
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