El río del edén, de José María Merino

miércoles, 8 de enero de 2014


El río del edén

Autor: José María Merino
Editorial: Alfaguara
ISBN: 9788420403847
Páginas: 300



Sinopsis
En compañía de su hijo Silvio, Daniel recorre los parajes del Alto Tajo, lugar legendario en el que piensa esparcir las cenizas de su esposa. Son los mismos lugares en que el hombre y la mujer, en su primera juventud, compartieron una fuerte pasión amorosa. Al hilo de la caminata, el hombre recuerda su emocionante historia de amor, traición y arrepentimiento.



Reseña de Rustis

José María Merino nos devuelve al mito del Génesis bíblico, para reconvertirlo en un lugar real en el que, a imagen de los pecadores Adán y Eva, dos jóvenes viven los primeros latidos de su historia de amor. Al igual que en La Biblia, el edén es finalmente un paraíso al que el hombre y la mujer abandonan, esta vez sin el empuje de la mano divina, pero con una presencia semejante del pecado, el arrepentimiento y la reconciliación.


José María Merino confirma su prodigiosa voz literaria en una novela que moderniza no solamente el libro del Génesis, sino también el archiconocido mito de la Arcadia perdida. La naturaleza es en esta novela plena protagonista, casi a la misma altura que los seres humanos que recorren sus páginas; pero, partiendo de la mejor tradición castellana, al modo de Miguel Delibes, esa naturaleza no va a ser solamente compañera o reflejo de los sentimientos de los protagonistas, sino que alcanzará modernidad a través de la suave presencia del erotismo, que no se separa nunca de la historia. Así, las descripciones mezclan los espacios rurales con los cuerpos juveniles que luchan entre la paz del edén y el caos de la gran ciudad.

Estamos ante temas, por tanto, revisados frecuentemente en la historia de nuestra literatura. Sin embargo, no por conocidos resultan menos atrayentes en manos de un José María Merino que nos sitúa frente a la originalidad de un personaje dolorosamente humano. Daniel, el protagonista, narra su historia en un constante tono confidencial del que le dota el uso de la segunda persona gramatical. Ese “tú” responde, así, al flujo de conciencia del protagonista, pero es también llamada al lector, que por arte y magia de la escritura literaria, aparece de forma virtual reflejado en el relato, y necesariamente identificado con el personaje.
El retrato de los cuatro principales seres humanos que participan de la historia, discurre suavemente por las páginas del libro. No se nos fuerza a interpretaciones únicas, sino que sus actos y palabras les retratan a todos ellos como hombres y mujeres cargados de verdad, aunque las ocultaciones, los misterios y los engaños sean parte de sus relaciones.
Destaca especialmente Silvio, ese niño-joven, hijo de la pareja edénica, que supone el primer resultado y la primera víctima de los “pecados” de sus padres. Un personaje extraordinariamente difícil de construir por sus particularidades, y que no deja indiferente; evoluciona desde un simple y triste elemento decorativo en las primeras escenas, un acompañante extraño y difícil de entender, hasta ser el catalizador absoluto de los sucesos que marcan la vida de los protagonistas.

José María Merino


La historia se narra partiendo de la dulzura y el cariño con que se describe el río del edén y sus márgenes, hasta la combinación del presente desde el que se narra la acción y el pasado que se recuerda con nostalgia. En ocasiones, el dolor da paso a una narración en futuro, con la que el personaje parece querer deshacerse de lo ya sucedido, haciendo fuerza sobre sí mismo para no olvidar, aun olvidando. Estas paradojas terminan por cruzar presente, pasado y futuro en cada capítulo, sin solución de continuidad, hasta que la sensación del lector es de que la historia comienza a hacerse más rápida, más ágil, a medida que los sucesos más trascendentales se desprenden de las páginas. Llegamos, así, a aquello que Juan Ramón Jiménez denominó el “presente total”: todos los tiempos de la vida humana unificados en uno solo, con el que se da sentido a la existencia y con el que Daniel se convierte en un personaje-espejo, que encuentra dentro de sí a muchos danieles más o menos secundarios, a todos los cuales acepta y de todos los cuales se arrepiente.

Una novela llena de verdad, profundamente tradicional pero poderosamente moderna, al tiempo, con la que el premiadísimo autor gallego logra, nuevamente, colocarse en el centro de la producción literaria contemporánea.


- Esta reseña fue publicada originalmente en la revista digital "Anika entre libros".


9 comentarios:

  1. Lo vi en la librería y me llamó la atención la sinopsis así que se lo compré como regalo a un amigo. Lástima que no comprara otro para mí, así que me tocará esperar a que lo lea para que me lo preste.
    Un saludo.

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    1. Yo tengo una amiga que, después de recomendárselo yo, se lo regaló a varias personas... ¡¡y todo un éxito!!

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  2. No sé qué me pasa con este libro me atrae y a la vez no, y mientras las dudas, pues no me acabo de decidir. Aunque le acabas de dar un empujoncito, está claro

    Besos

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    1. Ya nos contarás si al final te animas... en realidad es muy cortito y se lee en nada, así que quizá puedas probar ;-)

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  3. No conocía este libro. Y me ha llamado mucho la atención, por lo que cuentas. Me lo dejo anotado.
    Besotes!!!

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  4. No he leído nada de este autor pero este libro no me llama mucho, no sé si lo disfrutaría por lo que mejor lo dejo pasar
    Besos

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  5. Ehhhh, pero buenoooo... ¿Eres colaboradora de Anika entre Libros? Yo también y sin saberlo, con esto de los nicks... El libro no lo conocía pero lo de la mejor tradición castellana al modo de Miguel Delibes me ha matao, me encanta Delibes. Un besazo, compi.

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    1. Buenooooo, que nos encontramos en todas partes, jejeje. Bienvenida al blog, compi. Si te gusta Delibes, Merino te encantará, en serio. En los relatos es mucho más fantástico que don Miguel, pero este libro tiene un regustillo muy parecido que seguro que disfrutarás. Muakkkk

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  6. Una reseña conmovedora. Con un argumento tan sencillo, José María Merino construye una potente novela en la que, como señalas, se imbrican tradición y originalidad. Ya desde su mismo título se introduce un símbolo tan repetido que, como decía Umberto Eco, por tener tantos significados casi los ha perdido todos. Es el símbolo del río.
    En la novela de Merino, como comentas, es el río bíblico del Génesis, y también es el río primigenio en torno al cual se funda Macondo, de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos de dinosaurio, es el río heraclitiano del paso del tiempo, es el río manriqueño, es el río de la vida, es el río de leyenda del romancero, es el locus amoenus de las corrientes aguas, puras, cristalinas de Garcilaso, es el río observador indiferente al destino de los personajes como El Jarama de Ferlosio.
    Merino participa de todos esos ríos para dotar de significados simbólicos al suyo, toma esas fuentes y las reformula en una historia en la que, a pesar de su envoltorio realista, no renuncia a introducir elementos fantásticos a través de las voces del padre, Daniel, y de su hijo Silvio. Merino tiene una gran habilidad para transformar un espacio real en algo mítico y mágico a pesar de la textura realista de la novela. Daniel cuenta a Silvio la historia de un tesoro escondido en el fondo del río y Silvio cuenta a Daniel la historia de unos extraterrestres cinematográficos y amistosos. Para Daniel, el río del Edén es el pasado y el recuerdo de su esposa. Para su hijo Silvio, es el lugar de la magia. Y las dos miradas se aúnan en complicidad.
    No renuncia tampoco Merino a tratar uno de los grandes temas de la literatura fantástica, tan presente en su obra literaria: el tema del doble, de esos dos danieles que habitan en el interior del protagonista, que lo humanizan y provocan desde la antipatía a la comprensión, del Daniel que rememora su pasión amorosa por Tere y del Daniel que se arrepiente del daño causado. El protagonista realiza al remontar el río con su hijo el viaje más hermoso, que es, en definitiva, el del perdón a sí mismo, el de la aceptación de uno mismo y de los otros, de que en la mochila que se lleva después de una cierta andadura vital, caben las buenas acciones pero también el daño que a veces podemos llegar a hacer a quienes más queremos.
    Antes he hecho referencia a El Jarama. Lo que en la novela de Ferlosio es contar lo que pasa en un tiempo y un espacio concretos, se convierte en la novela de Merino en un pasar del pasado al presente, ese presente total al que tú haces referencia, y ese día de excursión al río de Daniel y su hijo se alarga y multiplica en la memoria del lector a través de los instantes pasados rememorados en la mente de Daniel en un monólogo en segunda persona.
    Se recuerda el flechazo de Daniel con su esposa Tere, la separación, la ruptura, el reencuentro, la reconciliación, la paternidad vivida desde la decepción inicial del padre hasta el reconocimiento y el arrepentimiento con la muerte de Tere y la aceptación de sí mismo a través del hijo y de una memoria en la que no se escamotea ni lo bueno ni lo malo, ni los daños causados ni el amor dado y recibido. Porque, en definitiva, ese es el gran tema de El río del Edén: el tema del amor en sus variantes de amor erótico, de amor materno y de amor filial. Para Daniel durante esa excursión al río se produce una epifanía: la revelación de que ha sido capaz de aceptar a su hijo, que es capaz de quererlo y de volver a amar a su esposa muerta a través del niño y que es capaz de aceptarse a sí mismo con todos los errores cometidos y con toda su escandalosa e imperfecta humanidad.
    Finalmente, a Daniel le queda el río del Edén donde va a depositar las cenizas de su esposa y a los lectores nos queda el texto, ese fluir de palabras que se escurren entre los dedos, ese monólogo en segunda persona que atrapa y seduce y nos lleva entre los vericuetos de una historia de amor, celos, desengaño traición y arrepentimiento.

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