El tipo más raro del mundo
Autor: Derek
B. Miller
Editorial: Espasa
ISBN: 9788467038309
Páginas: 300
Sinopsis
Sheldon Horowitz, de ochenta y dos años, acaba de enviudar y se ha
mudado a Oslo desde Nueva York para vivir allí con su nieta y su
marido noruego. No es un tipo fácil de manejar y, desde luego, no le
gusta mucho el cambio que ha dado su vida. Cuando presencia el
asesinato de una mujer en su edificio, decide rescatar al pequeño de
seis años que ha perdido a su madre. Perseguido tanto por los
matones como por la policía noruega, Sheldon confía en su
experiencia como marine para escapar con el niño, aunque el paisaje
desconocido y la incipiente debilidad de su memoria jueguen en su
contra. Esta curiosa pareja, que ni siquiera habla la misma lengua,
creará un vínculo que puede conseguir salvar a ambos. (Sinopsis de
la editorial)
Reseña
No quiero empezar esta reseña sin decir lo más importante, lo
primero que llega a mi cabeza: es éste uno de los mejores libros que
he leído en los últimos meses. Y puedo asegurar no ser una persona
que ensalce las obras por mera retórica o por amistad con el autor
(aunque esta vez quede claro que, lo último, resultaría una razón
difícil, imposible). No suelo emplear la palabra “brillante” en
demasiadas ocasiones, pues la reservo para autores, obras,
personajes, que de verdad me cautivan, atrapan o pasan a formar
parte, de algún modo, de mi universo literario particular. Pero esta
vez, debo reafirmarlo: Sheldon Horowitz es un personaje brillante. No
sólo por su personalidad o sus muchas, extrañas y atractivas
características; sino brillante como creación literaria, como
constructo de un autor sorprendentemente recién iniciado en la
publicación de novelas. ¿Dónde estaba escondido Derek B. Miller?
La
apuesta editorial que Espasa lanza con fuerza este mes de septiembre
no va a dejar indiferente -sospecho- a nadie. Y esto pese a que, muy
probablemente, la lectura del argumento lleve a pensar que se trata
de un libro de intrigas nórdicas más, otro texto policíaco, un
thriller cualquiera. Pero no. El
tipo más raro del mundo
es todo eso, y muchas cosas más. Es una historia de amor, pero no de
amor romántico, sino de amor paterno-filial; incluso, del amor que
un desconocido puede desencadenar en nosotros solamente por despertar
nuestros recuerdos; es también una historia de superación personal,
de cómo intentar sobrevivir a un pasado marcado por la guerra y las
vivencias traumáticas; es una historia conmovedora sobre cómo, en
ocasiones, restamos lucidez a un anciano solamente porque su
cabezonería nos resulta, quizá, extravagante; hay también atisbos
de un misterio superior al de la trama policíaca: el misterio de si
nuestro héroe es eso, un héroe verdadero, o solamente un loco que
está perdiendo, poco a poco, la cabeza.
Hay muchas Verdades -así, con mayúsculas- ocultas en esta novela, y
es misión del lector ir desentrañándolas a medida que la historia
sucede. Porque, muy pronto, nos damos cuenta de que lo más
importante en esta novela no es saber quién es el asesino, o cómo
se resolverá el conflicto, sino conocer a ese anciano obsesionado
con algo que, un poco, nos toca a todos de cerca: nuestra identidad.
Qué significa ser uno mismo, pero sobre todo qué significa ser un
buen padre, qué sucede cuando se pierde un hijo, qué se hace con el
sentimiento de culpa que queda; y, también, qué significa ser de
una u otra raza, o pertenecer a un país. A dónde se debe llegar
para defender a tu patria y, con todo, qué sentido íntimo,
profundo, tiene una guerra en las vidas de quienes participan en
ella. Derek B. Miller nos lleva a eso que Unamuno llamaba
“intrahistoria”: qué sucede en una casa cualquiera, de un país
cualquiera, cuando sus miembros corren el riesgo de perder la vida
por algún ideal. Más allá de lo que esto suponga para la nación a
la que pertenezcan.
Una “parábola política”, dice la contraportada del libro; y sí,
lo es, pero al final lo que resta en nuestra cabeza, y en nuestro
corazón, es esa figura compleja, atormentada pero muy lúcida, del
anciano Horowitz al que, en muchas ocasiones, desearíamos tomar de
la mano y apretársela para ayudarle a llevar a ese niño hasta el
final y dejar abandonados, por el camino, sus muchos demonios. Por
eso, porque lo que importa es el personaje y la fuerza interna de su
mensaje, al autor no le interesa narrar deprisa. Ni tampoco lo
echamos de menos. Nos sirve con recrearnos en unos estupendos
diálogos, y en el pausado relato de la evolución paulatina de la
historia. Sin estridencias, con calma, con deseo de que leamos y
aprendamos, lo más posible, de este tipo tan raro tan raro, que se
convierte para nosotros en el mayor de los sabios. Horowitz, en esa
curiosa postura entre marine experimentado, McGyver de andar
por casa, y filósofo, solamente nos deja un resquemor. Falta en
la novela un abrazo. O un beso. O un gesto. En el final, o en
cualquier otro momento.
O quizá sólo sucede que el cariño hacia el héroe me pone cursi.
Pero definitivamente a mí me falta -solamente- la presencia de un
abrazo entre dos de los personajes. Brillante, Horowitz, al fin y al
cabo.
Rustis
Rustis
Agradecemos a la editorial Espasa el envío del ejemplar.
Ahora a la espera de la película. Aunque siempre es mejor el libro, no? Entra a formar parte de mis tareas pendientes
ResponderEliminarTe va a gustar mucho, yo creo. Y la verdad es que sí que tiene pinta de libro para peli, a riesgo de que lo estropeen, claro.
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