Desde que la editorial Anaya, en su catálogo infantil y juvenil, dio
luz a este libro, me he imaginado a todos los lectores -en su mayoría
adictos lectores- de Lewis Carroll y su fantasiosa Alicia con los
pelos de punta e intrigadísimos con la idea de que leer al genio
británico esté prohibido. Y entre ellos, me cuento yo. No cabe duda
de que Diego Arboleda ha utilizado una estrategia inigualable de
atracción: lo prohibido. Ya se sabe, si algo está prohibido,
alienta más el deseo. Y no digamos entre los niños.
Sobre esa premisa de la prohibición, se arma una historia que no
debe dejar indiferente a nadie, y en ese nadie incluyo tanto a
pequeños como a adultos. Es cierto que como lectura cabría decir
que su público esencial serían los niños entre los 6 y 8 años;
pequeños lectores, primeros lectores muchos de ellos, que
descubrirán aquí una historia de lectura sencilla, vocabulario
totalmente accesible, llena de humor y fantasía, y con la guinda de
unas ilustraciones atractivas y que captan con perspicacia el
espíritu del texto. No cabe duda de que el matiz “retro” de los
dibujos de Raúl Sagospe, para ilustrar una historia ambientada en
los años 30, es una decisión acertadísima; pero es que además
esos dibujos cumplen la siempre deseable premisa de hacernos ver de
forma directa las expresiones y comportamientos de unos personajes
que cobran aún más vida cuando los encontramos aquí y allá en los
numerosos diseños que pululan por el libro. Impagable -siempre lo
recordaré- la cara de mis sobrinos cuando el libro llegó a casa.
Inolvidable ver que se agarraron a él, a mirar sus dibujos y a
disfrutar un poquito de la historia, sin apenas dejarnos a Mustis y a
mí tocarlo. Algo tiene este libro que, sin duda, les atrapa.
Pero yo soy adulta, y como tal leí la historia. Es verdad que una
trata de ponerse un poco en la piel de un niño y leer con ese
espíritu, pero tristemente no puedes dejar de ser adulto y, en
ocasiones, puede suceder que leas algo que te parece fantástico para
un niño, pero no para ti. No es el caso. Ahí me tenéis, libro en
mano, a altas horas de la noche, tratando de ahogar las carcajadas en
la almohada para no despertar a mi marido. Efectivamente, el humor
del texto es brillante, porque no se trata de reírse de chistes
“para niños”: en Prohibido leer a Lewis Carroll los
adultos nos podemos reír constantemente del cúmulo de situaciones
brillantemente absurdas que pueblan la historia. No hablo solamente
de las muchas peculiaridades de los personajes, aunque es de justicia
destacar también que la caracterización de cada uno de ellos es
simplemente perfecta, porque no deja dudas de quién es cada uno: la
patosa y atolondrada institutriz francesa, los estirados padres de
Alicia, la fantasiosa niña rubia, el extravagante tío que se pasa
más de la mitad del libro colgado boca abajo... pero lo que más nos
hace reír a los adultos, es que Diego Arboleda ha conseguido algo
que es muy difícil de lograr en un libro infantil, pero siempre muy
deseable: que agazapada, escondida entre las líneas, así como de
soslayo y sin que casi nadie se de cuenta, está la crítica y, con
ella, la enseñanza. El autor nos enseña el absurdo del mundo de
unos adultos, muchos de ellos además pertenecientes a la
aristocracia, que prefieren la mentira y la apariencia antes que
permitir que una niña desarrolle su imaginación. Así, de algún
modo la tesis del libro va quedando clara: la “mentira” de las
ficciones de Lewis Carroll, el absurdo con que pinta su País de las
Maravillas, son solamente modos de enseñarnos a dejar volar nuestra
imaginación, permitirnos la libertad de crear, como la Alicia de
este libro hace a escondidas. Sin embargo, la mentira que los padres
de Alicia exigen a su institutriz (¡¡Prohibido hablar, leer a Lewis
Carroll!!) es fruto de una mente obsoleta, anclada en la tradición y
en el más retrógrado concepto de obediencia y disciplina.
La historia, con todo esto, es irrepetible. Un libro difícilmente
mejorable, que trae en las manos ecos de la maravillosa Mary
Poppins e, incluso, de la sufrida Matilda. Los referentes,
no podéis negarlo, son inigualables. Todo un alegato en favor de la
infancia como espacio para el entretenimiento, la fantasía, la
creación, y la lectura, frente a un mundo “carca” y de moral
cuestionable. Muy actual, ¿no? Yo, de vosotros, no me lo perdería.
Hacía mucho tiempo que no leía un libro infantil y tenía ganas de encontrar uno que me pudiese llegar a convencer totalmente. Por eso, cuando conseguí Prohibido leer a Lewis Carroll, galardonado con el premio Lazarillo a la Creación Literaria, con un exterior precioso y sobre un tema tan atractivo para mi (Alicia en el país de las maravillas es uno de mis libros infantiles favoritos) me lancé de cabeza leerlo.
Y lo que el libro prometía se cumplió.
Parte de un hecho real, el homenaje que en la Universidad de Columbia se le hizo a Alice Liddell, inspiradora de la Alicia de Lewis Carroll, en 1932. Sobre este hecho se construye la historia de otra Alice, la niña de la que se tiene que ocupar la institutriz Eugéne Chignon, y a la que sus padres le han prohibido cualquier tipo de contacto con la obra de este escritor.
Alice Liddell |
Los lectores pronto nos damos cuenta de que, a pesar de esa prohibición, el mundo en el que vive esta nueva Alicia es casi o tan surrealista como el del País de las Maravillas. Porque todo en esta obra es un homenaje a la imaginación, la fantasía y el surrealismo de Carroll.
El comienzo es realmente brillante, con la presentación de la patosa institutriz francesa Eugéne Chignon y su habilidad de destrozar todo lo que toca. Todos los detalles están cuidados y provocan nuestra risa, hasta los nombres de ese conjunto de aristócratas que envían a Eugéne como institutriz al otro lado del charco: Petulant y Arrogueth, hijos de la marquesa de Puntilliste, el Barón de Àdroite y el Barón de Àgauche, enemigos acérrimos, Baptiste Travagant, el dueño del huevo gigante... A poco francés que sepamos, nos daremos cuenta de qué bien escogidos están para cada personaje.
La historia es sencilla y dinámica, ideal para que los niños no puedan dejar de leer. Los disparates y las casualidades se suceden a un ritmo frenético que hará que sin darnos cuenta ya habremos terminado el libro. Los personajes son maravillosos: todos son divertidísimos y todos tienen su rareza particular. Alice con su obsesión por la Alicia de Carroll, que hasta llega a crearse su propio espacio a imagen del País de las Maravillas; su tío Timothy Stilt, incontrolable debido a su eterna hambre insaciable pero que es quien mejor comprende y cuida a su sobrina; Eugéne Chignon, por supuesto, con su capacidad para romperlo todo... Pero también son entrañables los personajes secundarios, como Baptiste Travagant que viaja con su Humpty Dumpty particular, o dos de los personajes reales que aparecen en el libro: Alice Liddell y Michael Llewelyn Davies, inspiradores de Alicia y de Peter Pan y que de forma muy emotiva se conocen en el viaje de amobs a EEUU (desconozco si esto ocurrió así en la realidad).
Si Diego Arboleda se me ha revelado como un grandísimo escritor para niños, Raúl Sagospe me ha dejado con la boca abierta. Sus ilustraciones son de lo mejor del libro: coloridas, divertidas y que reflejan con exactitud todos los detalles de lo que vamos leyendo. Da la impresión de que escritor e ilustrador se funden en uno solo cuando trabajan juntos, porque es increíble el grado de compenetración que logran entre texto e ilustraciones, consiguiendo un todo inseparable. El libro no sería lo mismo sin los dibujos de Sagospe. Prácticamente todas las páginas están ilustradas, y yo estaba deseando pasarlas para ver con qué nuevo dibujo me iba a encontrar a continuación.
Diego Arboleda |
Y no sólo es precioso el contenido: también el formato del libro, el diseño exterior con alguna parte brillante, las ilustraciones de las guardas... Anaya ha hecho un trabajo impecable con esta edición.
Tanto si tenéis 8 como 80 años; tanto si sois padres como si no lo sois; tanto si adoráis la literatura infantil como si no os llama demasiado la atención; todos deberíais leer este libro. Porque no es sólo un maravilloso libro infantil, es un MARAVILLOSO LIBRO, así, con mayúsculas.
Agradecemos a Anaya Infantil y Juvenil el envío de este ejemplar.
No conocía este libro, pero me ha encantado la reseña, además viendo lo que lo habéis disfrutado, me dejáis con ganas de leerlo.
ResponderEliminarBesos!
Pues viendo vuestras opiniones, aunque al ser un libro infantil, creo que será un libro que disfrutaré. Y ya si me arranca carcajadas... :)
ResponderEliminarBesos
Ays, lo quieroooo!!!!
ResponderEliminarBesotes!!!
Y ahora me lo tengo que leer ¡¡¡¡ Os odio ¡¡
ResponderEliminarSugerencia para mujeres ocupadas/organizadoras de tiempo.Os importaría decir más menos cuanto tardaís en leer los libros,....(ya, ya sé que eso es relativo,...pero me vendría genial para saber mis tiempo más menos )Asiasss
un bsz
Luna
Pues.... depende!!! jejejejej.
EliminarNo sé, este libro por ejemplo en tres tardes finiquitao. Una novela gorda (más de 300 págs) una semana, dos si hay mucho trabajo.
Tiene muy buena pinta y si encima es divertido pues… me lo llevo anotado.
ResponderEliminarUn saludo.
Buenas!
ResponderEliminarInteresante propuesta literaria. Tomo nota de ella...
Un saludo
Este me encantó, ¡es perfecto! Original, divertido, ingenioso... Un estupendo homenaje a Carroll y a sus lectores, pero también a todos aquellos que tengan sentido de la imaginación y del humor. Y las ilustraciones de Sagospe son increíblemente bonitas!!!
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