FrankensteinAutora: Mary ShelleyEditorial: AlianzaISBN: 9788420666495Páginas: 239SinopsisVíctor Frankenstein es un joven que, tras cursar estudios de fisiología, comienza a interesarse de manera enfermiza por la posibilidad de dar vida a materiales inertes. Sirviéndose de fragmentos de cadáveres, crea finalmente un monstruo que constituirá el origen de un vuelco en su vida. Movido por el horror y el arrepentimiento, deambulará por el mundo en persecución del monstruo tratando de resolver el desastre causado con su labor científica.
Reseña de Rustis
Frankenstein ha sido hasta la
fecha uno de los libros afectados por mi poca atracción hacia el
terror. Mis únicos acercamientos a la historia habían sido a través
de fragmentos de películas, algunas de ellas muy antiguas, que
forman parte de la iconografía clásica de esta obra: el monstruo
gigantesco, de enormes zapatones, cabeza cuadrada y repleta de
cicatrices, con dos grandes tornillos en las sienes. Aunque resulte
casi infantil el recuerdo de esta imagen como origen de mi declarada
falta de atención al libro, lo cierto es que siempre había tenido
la impresión de que la obra -aunque posiblemente bien escrita-
respondía al género de terror pero, además, en una variante que en
absoluto casa con mis gustos: los monstruos, zombis, etc.
Cuando Magrat, del blog Crónicas en ferrocarril propuso hace
varias semanas realizar todo un ciclo de lectura y cine dedicado a
Halloween, pasó por mi cabeza la posibilidad de acudir a algún
clásico, evitando autores más actuales que, por lo general, no han
conseguido ni mi atención ni un mayor aprecio por mi parte hacia el
género. De ahí, y aunque muchas semanas más tarde de lo lógico
(¡¡perdón, Magrat!!), surge esta lectura personal -no sé si
acertada o no- de uno de los libros sin duda más visitados y
nombrados por los lectores.
Pese a este recorrido previo por mi
relación con el terror, me atrevo a opinar que Frankenstein
no es una novela de miedo; al menos, no lo es para un lector actual,
mucho más acostumbrado a través del cine o la televisión a la
imaginería de la muerte, a la fealdad o al uso de espacios oscuros.
Quizá en su momento provocó pánico en los primeros lectores:
confieso que no me he parado a investigar al respecto de su recepción
en la época, pero si atendemos al prólogo que la propia Mary
Shelley escribió en 1831, la historia nace de un encuentro de varios
intelectuales, entre ellos Lord Byron y el matrimonio Shelley. En
aquella velada se propuso que cada uno creara una historia de miedo.
El origen, por lo tanto, relaciona a Frankenstein con
el terror y por ello explicito esa posibilidad elevada de que sea
nuestra distinta percepción de la realidad tres siglos después la
que afecte al género de la novela. Una razón más de peso que nos
empuja a evitar, paulatinamente, la innecesaria clasificación
estándar, más allá del uso de las etiquetas generales «Novela»,
«relato», «narración», «poesía», «prosa», «teatro», etc.
Por estas causas que cito,
Frankenstein ha sido
para mí una lectura sorprendente y que, contra todo pronóstico, ha
pasado directamente a mi lista de «clásicos imprescindibles» (que
algún día os contaré...). La obra, pese a ser una novela más bien
breve, no es exactamente un «page-turner»: la historia guarda
cierto misterio y consigue en determinados momentos provocar el deseo
de seguir leyendo. Sin embargo, esos fragmentos van enmarcados por
otros donde el narrador correspondiente se para más bien en un
discurso de carácter filosófico o ético, que requiere de la máxima
atención pero busca de forma prioritaria suscitar la reflexión
pausada. Esta curiosa mezcla, más que resultar confusa, convierte al
libro en un texto muy completo, del que se pueden sacar gran cantidad
de lecturas diversas.
El argumento principal se para en el
personaje del propio Frankenstein: contrariamente a lo que suele ser
la creencia popular, el protagonista no es el monstruo, sino su
creador. Tras una época de estudios universitarios centrados en la
química, la fisiología y la medicina, termina por interesarse en la
posibilidad de la materia inerte para ser revivida a través del uso
de la electricidad. Se trata de un debate científico de actualidad
en la época de escritura del libro: el galvanismo. Es el origen de
todos los acontecimientos que suceden en la obra, aunque en cierto
modo se traduce sólo en una pequeña mecha que da luz a muchos otros
temas.
Mary Shelley |
La monstruosa creación de
Frankenstein, la criatura sin nombre ni apenas descripción, resulta
un co-protagonista excepcional: en la mayor parte de la novela ambos
irán intercambiando su voz como narradores de la historia. A ellos
se suma un tercero, un navegante que a través de cartas a su
hermana, es el primero en presentarnos a Frankenstein, a quien se
encuentra muchos años después de crear al monstruo, en el momento
en que trata de darle alcance y poner fin a sus desgracias. Esta voz
tripartita es una más de las complejidades de una novela nada
sencilla en su estructura y en sus posibilidades críticas pero que,
sin embargo, puede ser del gusto de todo tipo de lectores por
conectar con instintos, temas y preocupaciones muy comunes.
A destacar, fundamentalmente, la
extraordinaria ambientación, el modo en que, con un lenguaje
totalmente característico de la época romántica, nos introduce
Shelley en escenarios góticos, lúgubres, llenos de oscuridad pero
muy vivos por la fantástica capacidad de descripción de la autora.
A través de los personajes nos movemos entre la empatía hacia el
loco científico a quien sus inventos le provocan terror, y una
piedad y comprensión inmensas hacia el errante monstruo sin nombre,
personaje afortunadamente representativo del mito del «buen
salvaje»; con él, insisto, Frankenstein no
nos habla del miedo, del terror, sino de la diferencia. Nos habla de
cómo ese ser desgraciado, primer afectado por las locuras del
creador, vive apartado del mundo por el pánico que genera entre los
humanos, y termina por fluctuar entre un maravilloso autodidactismo
tierno y empático, y una irreprochable conducta violenta fruto de su
deseo de venganza.
El debate sobre el hombre que juega
a crear y ser Dios, la eterna lucha por lograr vencer a la muerte,
están abiertos en esta fantástica obra.
Mi propuesta para acompañar vuestra lectura es una excelente película de Mel Brooks, en la que se parodia el personaje creado por Mary Shelley: El Jovencito Frankenstein
Gran reseña para una de mis novelas favoritas. A mí también me sorprendió la primera vez que la leí. Tan diferente a lo que esperaba...
ResponderEliminarBesotes!!!
Es uno de mis clásicos pendientes, y espero ponerle remedio al asunto este año que empezará en nada. Yo sí soy amiga del género de terror, incluso en su versión más clásica (Poe, Lovecraft, ...) pero nunca me he animado con "Frankenstein" a pesar de lo mucho que me fascina su autora. Me has dejado con muchas ganas.
ResponderEliminarBesos.
Muy buena reseña, he visto la película pero el libro lo tengo pendiente, besotes
ResponderEliminarLa leí el año pasado (la edición de Austral, con la magnífica traducción de José C. Vales de los papeles originales de Mary Shelley conservados en la Bodleian Library) y la disfruté enormemente. Además tuve la suerte de compartir la lectura con Letras en la Sopa y lo pasamos en grande discutiendo diversos aspectos. Sí es que un clásico imprescindible, pero no estoy de acuerdo contigo cuando dices que no es un libro de terror. A mí me parece la historia más terrorífica jamás contada o no te acuerdas de ese "Estaré contigo en tu noche de bodas" ¿Puede haber algo más terrorífico que te aseguren que irán asesinando uno a uno a todos tus seres queridos?
ResponderEliminarEs un clásico que tengo pendiente. Una preciosa reseña.
ResponderEliminarBesos
Lo tengo pendiente, este año me gustaría hacerle hueco
ResponderEliminarBesos
Hace años que quiero leerla
ResponderEliminar