La leyenda de la isla sin voz
Autora: Vanessa Montfort
Editorial: Plaza & Janés
ISBN: 9788401342059
Páginas: 432
Sinopsis
Nueva York, enero de 1842: la tenebrosa isla de Blackwell es uno de sus secretos mejor guardados. Ubicada en el East River frente a Manhattan, es conocida por albergar un temido manicomio, un penal, un asilo y un orfanato, el "basurero humano" de la ciudad más poblada del mundo que en ese momento aún sueña con su estatua y sus rascacielos.
Un joven escritor inglés llega a Nueva York: Charles Dickens tiene sólo treinta años pero ya se ha convertido en el novelista más célebre de su tiempo. Viaja para encontrarse con sus contemporáneos Washington Irving y Edgar Allan Poe, sin embargo al llegar a su hotel recibe un misterioso anónimo que le invita a visitar la isla de Blackwell. Allí será recibido por las oscuras autoridades de La Isla y por la enfermera Radcliffe, una joven comprometida y soñadora, que será su compañera en esta aventura.
Poco a poco se irán desvelando las peligrosas tramas de corrupción y crueldad de Blackwell y por qué, en una de las primeras fotografías de la época, el escritor aparece rodeado de un variopinto grupo de reclusos, huérfanos y locos que se atrevieron a soñar con la libertad, a pesar de estar confinados frente a la ciudad que se convertiría en su símbolo. Los protagonistas de una era que finaliza en nuestro siglo y que hoy cobra más actualidad que nunca.
Una apasionante historia de amor y amistad sobre cómo la imaginación y el poder de las historias pueden salvarnos en un mundo que amenaza con romperse.
Reseña de Rustis
Charles
Dickens es, sin duda, uno de los protagonistas de mis primeras
lecturas adultas. Un escritor al que admiro, no solamente como
narrador de ficción, sino también como constructor de historias de
base muy real que han servido a lo largo de los años como muestra de
conciencia y crítica social. Vanessa Montfort, en este caso, parece
plantear una estructura similar con su novela La
leyenda de la isla sin voz:
una historia en la que se combina, a partes claramente desiguales, la
realidad y la imaginación, con una constante tendencia a la denuncia
social y a la lucha por la libertad a través de la pluma. Tal
intento, al que se sumaba su cierta dosis de misterio, a priori
aparecía como un producto literario destinado a atraerme y
atraparme, sí o sí. La atracción, sin duda, existió. El resto es
harina de otro costal.
Me
gustaría comenzar destacando el que creo que ha sido el punto fuerte
de la autora en esta novela: la ambientación. Desde las primeras
líneas, nos vemos sumergidos dentro de una historia situada a medias
entre el victorianismo realista y el subgénero gótico. La atmósfera
se crea muy rápidamente: descripciones ricas en cromatismos,
apariciones de fenómenos típicos de las novelas dickensianas (la
bruma, por ejemplo), descripciones realistas y profusas de la
vestimenta de los personajes, y mínimos intentos de captura
psicológica en algún pasaje realmente conseguido. La voz en
off que
transita por las primeras páginas del libro resuena en la lectura
recordando las narraciones decimonónicas, a imagen de una pequeña
fábula, una historia contada desde un punto de vista omnisciente y
con pequeñas calas de denuncia social. La prosa de la autora es, en
este sentido, muy rica y bien dibujada.
Es, sin embargo, en la estructura de la novela donde se desmorona
completamente la historia, así como en numerosos fallos a la hora de
regular la velocidad de la narración o el diseño de los personajes.
Vanessa Montfort escribe a través de un doble narrador omnisciente
que se sitúa, en la mayor parte de la novela, en el año 1867,
momento en que el escritor Charles Dickens viaja por segunda vez a la
tenebrosa Isla de Blackwell (actual Roosevelt Island), en Manhattan.
Allí, apoyado en una vieja fotografía, charla con Margaret y
Nellie, dos interlocutoras dispuestas a conocer la historia del
primer viaje del escritor, en 1841. Esta última fecha predominará
en la novela, junto a la presentación de las personas que allí
conoció el novelista, así como los supuestos secretos escondidos
por la isla.
Se
nos remarca, dentro de la parte ficticia de la novela, cómo Dickens
se trasladó a aquel lugar tras recibir una extraña misiva en la que
se le retaba a contemplar un lugar escondido de la Nueva York de la
época: «Todas
las islas guardan un secreto o un tesoro. La Isla sin voz guarda
ambas cosas».
En busca de ese secreto, Charles Dickens se embarca en una aventura
que le lleva a conocer uno de los lugares más negros de la historia
americana, en el que se guardan cuatro espacios de infausto recuerdo:
un manicomio, una cárcel, un orfanato y un asilo en los que se
encierra, bajo las garras de seres depravados y con escasa conciencia
moral, a quienes son considerados como deshechos sociales. Parece
finalmente que lo que Vanessa Montfort buscaba es conseguir una
novela similar a las del escritor inglés, en la que se combine lo
real, lo dramático, y sus buenas dosis de ficción, con tintes de
denuncia social. Todo ello está, no cabe duda, y resultaría falso
negarlo. Aunque también resulta imprescindible decir que ninguno de
estos elementos aparece realmente conseguido: la denuncia social se
presenta muy facilona, demasiado dirigida por un narrador que no
permite, en ningún momento, a su lector que elabore juicios propios.
Juicios que, por otro lado, con la mera presentación de los hechos
serían sencillos de obtener sin necesidad de que sean, una y otra
vez, subrayados. Asimismo, la presentación de los personajes resulta
poco profunda, probablemente porque son demasiados los que terminan
por darse cita en la historia: quizá poner de relieve únicamente a
Dickens y a la enfermera Anne Radcliffe hubiera bastado para diseñar
correctamente la historia, dejando al resto como pinturas más
superficiales. Sin embargo, Vanessa Montfort pretende mostrar, uno
por uno, a todos ellos: escritor, enfermeras, director del manicomio,
locos, huérfanos, criminales... hasta se para en contarnos una
prescindible visita de Dickens al también escritor Washington
Irving, cuyo único sentido puede ser, quizás, el tratar de dar
veracidad a la historia al poner negro sobre blanco una amistad
conocida y reconocida por ambos autores.
Vanessa Montfort |
Cuando
una escritora quiere abarcar demasiado, sucede lo que aquí vemos:
una narración desordenada, que salta de escena en escena, de
personaje en personaje, sin orden, sin estructura y sin capacidad
-imposible sería dada la tremenda cantidad de historias que se
pretenden contar- para montar ninguna de esas subtramas con total
profundidad. La sensación a lo largo de toda la lectura es de estar
ante una novela que intenta demasiadas cosas y, por esa elevada
pretensión, termina por perderse en la mezcla. Hay de todo: denuncia
social, saltos adelante en el tiempo para atraer a la historia a
nombres relevantes en las artes o las ciencias, algunas subtramas
amorosas tan rápidas en narrarse que resultan en extremo
inverosímiles, resoluciones de conflictos que echan mano del deus
ex machina
a través de sorpresas o giros argumentales totalmente traídos por
los pelos...
Al final, solamente puedo insistir en que la prosa de
Vanessa Montfort está muy conseguida, que su habilidad con el
lenguaje está meridianamente clara, y que ha sido capaz de, al
menos, pintar una atmósfera sostenida a lo largo de toda la novela,
cosa de la que no todos los novelistas pueden presumir. Sin embargo,
el producto resultante cojea y termina por caerse dada la magnitud de
las inverosimilitudes y el exceso de elementos totalmente
desordenados. Lamento en este caso decir que -en mi opinión- Charles
Dickens merecía mejor fortuna a la hora de colarse en nuestras
letras.
Reseña de Mustis
La leyenda de la isla sin voz es uno de esos libros de los que sabes, sólo con verlo, aun sin haber abierto sus páginas ni una sola vez, que te va a encantar: por su sinopsis, por su portada, pos sus buenas vibraciones.. Y sí, podréis decirme que esas buenas sensaciones acaban a menudo en la mayor decepción, y a mi me ha pasado muchas veces, pero no con este libro. Éste es de los que te dejan tan buen sabor de boca, que sigues sonriendo y pensando en él bastante tiempo después de haberlo acabado.
El principal motivo por el que esta novela me ha gustado tanto es porque Charles Dickens es el protagonista por méritos propios. Vanessa Montfort no se dedica a soltar datos reales del escritor y crear a partir de ellos el libro, sino que ha investigado su figura y sus viajes y a partir de esto le ha convertido en un personaje propio a pesar de ser tan conocido. No es que la escritora esté al servicio de la historia real de Dickens, sino que esa historia real está al servicio de lo que Montfort se ha inventado y quiere contarnos. Y es muy bonito ver cómo mezcla a Dickens con otros personajes en la isla que sí son fruto de su imaginación, reuniéndolos a todos para crear Cuento de Navidad, libro que sabemos que el autor no escribió en estas circunstancias, pero que leemos tan bien contado que nos hace pensar que bien podría haber sucedido así. De esta manera, realidad y ficción se entremezclan continuamente de una forma muy natural, lo que hace que no tengamos que cuestionarnos lo que ocurre porque todo es creible.
El libro se divide en capítulos con el título de cada uno de los catorce días que Dickens pasó en la isla de Blackwell en 1842, intercalados con otros fechados en 1867, durante la segunda visita del escritor a la isla.
Es una novela triste y alegre al mismo tiempo. Por una parte vemos la miseria y la degradación a la que se había llegado en Blackwell: convictos, huérfanos, enfermos mentales, todos allí recluidos con el fin de limpiar las calles de Nueva York. Pero por otra parte nos da mucho que pensar, porque a pesar de la situación límite en la que se encontraban, un grupo de gente consigue sobreponerse gracias a una ilusión común, a un maravilloso sueño que quieren cumplir y que descubriréis si leéis el libro.
Cada uno de estos personajes está dibujado con mimo: la aristocrática Ada, la etérea Lili, el escurridizo Ratón o el débil Tim,... y, sobre todo, Anne Radcliffe, que los comanda a todos con una valentía y una fuerza admirables para la época y el lugar en el que se encontraban. Un grupo de personajes, en definitiva, que bien podrían haber encajado en cualquiera de las historias del mismo Dickens. Todos ellos ponen de manifiesto el poder que tiene la imaginación frente a la adversidad: se unen para crear ese cuento que va a ser tan conocido posteriormente, y juntos consiguen encontrar un poco de luz en esa isla oscura.
Me ha resultado muy bonito y original cómo la escritora enlaza a veces lo que les ocurre a sus personajes con otros sucesos que estarían ocurriendo en esas mismas fechas. Por ejemplo, mientras la pequeña Nellie juega en la playa, se nos cuenta que en ese momento, en otro lugar, Pulitzer se nacionaliza americano, y ese mismo Pulitzer llegará a fundar un periódico en el que trabajará Nellie cuando crezca. O como cuando Lili sueña con una ciudad de Nueva York llena de luces, y en ese momento vemos a Edison inventando esas luces. Así, fragmentos de ficción y de realidad siguen encajando como si de un puzle se tratara.
Como se le dice en el libro a Dickens cuando llega, en la isla de Blackwell hay un secreto y un tesoro; independientemente de este tesoro todos los personajes encuentran el suyo propio: la esperanza y la ilusión de vivir, el tesoro más preciado en un lugar como Blackwell.
Agradecemos a Plaza & Janés el envío de este ejemplar
Reseña de Mustis
La leyenda de la isla sin voz es uno de esos libros de los que sabes, sólo con verlo, aun sin haber abierto sus páginas ni una sola vez, que te va a encantar: por su sinopsis, por su portada, pos sus buenas vibraciones.. Y sí, podréis decirme que esas buenas sensaciones acaban a menudo en la mayor decepción, y a mi me ha pasado muchas veces, pero no con este libro. Éste es de los que te dejan tan buen sabor de boca, que sigues sonriendo y pensando en él bastante tiempo después de haberlo acabado.
Charles Dickens |
El principal motivo por el que esta novela me ha gustado tanto es porque Charles Dickens es el protagonista por méritos propios. Vanessa Montfort no se dedica a soltar datos reales del escritor y crear a partir de ellos el libro, sino que ha investigado su figura y sus viajes y a partir de esto le ha convertido en un personaje propio a pesar de ser tan conocido. No es que la escritora esté al servicio de la historia real de Dickens, sino que esa historia real está al servicio de lo que Montfort se ha inventado y quiere contarnos. Y es muy bonito ver cómo mezcla a Dickens con otros personajes en la isla que sí son fruto de su imaginación, reuniéndolos a todos para crear Cuento de Navidad, libro que sabemos que el autor no escribió en estas circunstancias, pero que leemos tan bien contado que nos hace pensar que bien podría haber sucedido así. De esta manera, realidad y ficción se entremezclan continuamente de una forma muy natural, lo que hace que no tengamos que cuestionarnos lo que ocurre porque todo es creible.
El libro se divide en capítulos con el título de cada uno de los catorce días que Dickens pasó en la isla de Blackwell en 1842, intercalados con otros fechados en 1867, durante la segunda visita del escritor a la isla.
Es una novela triste y alegre al mismo tiempo. Por una parte vemos la miseria y la degradación a la que se había llegado en Blackwell: convictos, huérfanos, enfermos mentales, todos allí recluidos con el fin de limpiar las calles de Nueva York. Pero por otra parte nos da mucho que pensar, porque a pesar de la situación límite en la que se encontraban, un grupo de gente consigue sobreponerse gracias a una ilusión común, a un maravilloso sueño que quieren cumplir y que descubriréis si leéis el libro.
Cada uno de estos personajes está dibujado con mimo: la aristocrática Ada, la etérea Lili, el escurridizo Ratón o el débil Tim,... y, sobre todo, Anne Radcliffe, que los comanda a todos con una valentía y una fuerza admirables para la época y el lugar en el que se encontraban. Un grupo de personajes, en definitiva, que bien podrían haber encajado en cualquiera de las historias del mismo Dickens. Todos ellos ponen de manifiesto el poder que tiene la imaginación frente a la adversidad: se unen para crear ese cuento que va a ser tan conocido posteriormente, y juntos consiguen encontrar un poco de luz en esa isla oscura.
Isla de Blackwell |
Como se le dice en el libro a Dickens cuando llega, en la isla de Blackwell hay un secreto y un tesoro; independientemente de este tesoro todos los personajes encuentran el suyo propio: la esperanza y la ilusión de vivir, el tesoro más preciado en un lugar como Blackwell.
Agradecemos a Plaza & Janés el envío de este ejemplar
De esta autora leí Mitología de Nueva York un libro sorprendente y del que, entre otras cosas, lo que me llamó la atención fue su estructura, una propuesta arriesgada pero que me convenció. Por eso le tengo ganas a este libro, ya veremos con qué sensaciones me quedo.
ResponderEliminarBesos (a ambas)
Curiosa reseña doble.
ResponderEliminarQué duda cabe que Rustis y Mustis son lectoras diferentes y que dan lugar a una perfecta imagen de lo que la novela puede ofrecer a diferentes tipos de lectores. Sin leer la novela ya puedo identificarme con una de las dos.
Personalmente no me gustan los libros que ahondan en estilos e historias de otras épocas. Se que soy un lector muy crítico pero me gusta que el escritor navegue por su tiempo. Se pueden construir artificios literarios, claro que sí, ¿quién seré yo para decir lo q se puede o no hacer? Pero pienso que se abunda demasiado en el XIX.
Saludos y buen trabajo¡¡¡
Entre las dos lograis que me lleve una imagen muy clara de lo que me voy a encontrar en esta novela. Me tienta mucho, por la época en que se desarrolla, pero mejor que no eleve mucho mis expectativas.
ResponderEliminarBesotes!!!
Bueno a pesar de la opininión de Rustis es un libro al que me gustaría darle una oportunidad.
ResponderEliminarSi cae en mis manos le daré una oportunidad, porque no tengo claro si es o no recomendable; esperaré a leer alguna reseña más,
ResponderEliminarbesucus
Tengo ganas de leerlo, pero la opinión de Rustis me ha desinflado un poco, así que ya veré lo que hago, de momento no tengo prisa.
ResponderEliminarUn beso!