El tipo más raro del mundo, de Derek B. Miller

martes, 17 de septiembre de 2013


El tipo más raro del mundo
Autor: Derek B. Miller
Editorial: Espasa
ISBN: 9788467038309
Páginas: 300



Sinopsis

Sheldon Horowitz, de ochenta y dos años, acaba de enviudar y se ha mudado a Oslo desde Nueva York para vivir allí con su nieta y su marido noruego. No es un tipo fácil de manejar y, desde luego, no le gusta mucho el cambio que ha dado su vida. Cuando presencia el asesinato de una mujer en su edificio, decide rescatar al pequeño de seis años que ha perdido a su madre. Perseguido tanto por los matones como por la policía noruega, Sheldon confía en su experiencia como marine para escapar con el niño, aunque el paisaje desconocido y la incipiente debilidad de su memoria jueguen en su contra. Esta curiosa pareja, que ni siquiera habla la misma lengua, creará un vínculo que puede conseguir salvar a ambos. (Sinopsis de la editorial)

Reseña

No quiero empezar esta reseña sin decir lo más importante, lo primero que llega a mi cabeza: es éste uno de los mejores libros que he leído en los últimos meses. Y puedo asegurar no ser una persona que ensalce las obras por mera retórica o por amistad con el autor (aunque esta vez quede claro que, lo último, resultaría una razón difícil, imposible). No suelo emplear la palabra “brillante” en demasiadas ocasiones, pues la reservo para autores, obras, personajes, que de verdad me cautivan, atrapan o pasan a formar parte, de algún modo, de mi universo literario particular. Pero esta vez, debo reafirmarlo: Sheldon Horowitz es un personaje brillante. No sólo por su personalidad o sus muchas, extrañas y atractivas características; sino brillante como creación literaria, como constructo de un autor sorprendentemente recién iniciado en la publicación de novelas. ¿Dónde estaba escondido Derek B. Miller?


Derek B. Miller

La apuesta editorial que Espasa lanza con fuerza este mes de septiembre no va a dejar indiferente -sospecho- a nadie. Y esto pese a que, muy probablemente, la lectura del argumento lleve a pensar que se trata de un libro de intrigas nórdicas más, otro texto policíaco, un thriller cualquiera. Pero no. El tipo más raro del mundo es todo eso, y muchas cosas más. Es una historia de amor, pero no de amor romántico, sino de amor paterno-filial; incluso, del amor que un desconocido puede desencadenar en nosotros solamente por despertar nuestros recuerdos; es también una historia de superación personal, de cómo intentar sobrevivir a un pasado marcado por la guerra y las vivencias traumáticas; es una historia conmovedora sobre cómo, en ocasiones, restamos lucidez a un anciano solamente porque su cabezonería nos resulta, quizá, extravagante; hay también atisbos de un misterio superior al de la trama policíaca: el misterio de si nuestro héroe es eso, un héroe verdadero, o solamente un loco que está perdiendo, poco a poco, la cabeza.

Hay muchas Verdades -así, con mayúsculas- ocultas en esta novela, y es misión del lector ir desentrañándolas a medida que la historia sucede. Porque, muy pronto, nos damos cuenta de que lo más importante en esta novela no es saber quién es el asesino, o cómo se resolverá el conflicto, sino conocer a ese anciano obsesionado con algo que, un poco, nos toca a todos de cerca: nuestra identidad. Qué significa ser uno mismo, pero sobre todo qué significa ser un buen padre, qué sucede cuando se pierde un hijo, qué se hace con el sentimiento de culpa que queda; y, también, qué significa ser de una u otra raza, o pertenecer a un país. A dónde se debe llegar para defender a tu patria y, con todo, qué sentido íntimo, profundo, tiene una guerra en las vidas de quienes participan en ella. Derek B. Miller nos lleva a eso que Unamuno llamaba “intrahistoria”: qué sucede en una casa cualquiera, de un país cualquiera, cuando sus miembros corren el riesgo de perder la vida por algún ideal. Más allá de lo que esto suponga para la nación a la que pertenezcan.



Una “parábola política”, dice la contraportada del libro; y sí, lo es, pero al final lo que resta en nuestra cabeza, y en nuestro corazón, es esa figura compleja, atormentada pero muy lúcida, del anciano Horowitz al que, en muchas ocasiones, desearíamos tomar de la mano y apretársela para ayudarle a llevar a ese niño hasta el final y dejar abandonados, por el camino, sus muchos demonios. Por eso, porque lo que importa es el personaje y la fuerza interna de su mensaje, al autor no le interesa narrar deprisa. Ni tampoco lo echamos de menos. Nos sirve con recrearnos en unos estupendos diálogos, y en el pausado relato de la evolución paulatina de la historia. Sin estridencias, con calma, con deseo de que leamos y aprendamos, lo más posible, de este tipo tan raro tan raro, que se convierte para nosotros en el mayor de los sabios. Horowitz, en esa curiosa postura entre marine experimentado, McGyver de andar por casa, y filósofo, solamente nos deja un resquemor. Falta en la novela un abrazo. O un beso. O un gesto. En el final, o en cualquier otro momento.

O quizá sólo sucede que el cariño hacia el héroe me pone cursi. Pero definitivamente a mí me falta -solamente- la presencia de un abrazo entre dos de los personajes. Brillante, Horowitz, al fin y al cabo.

Rustis


Agradecemos a la editorial Espasa el envío del ejemplar.

2 comentarios:

  1. Ahora a la espera de la película. Aunque siempre es mejor el libro, no? Entra a formar parte de mis tareas pendientes

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  2. Te va a gustar mucho, yo creo. Y la verdad es que sí que tiene pinta de libro para peli, a riesgo de que lo estropeen, claro.

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